La movilidad eléctrica está considerada como el futuro de la automoción. En los próximos años, los eléctricos irán sustituyendo a los vehículos de combustión, lo que comportará numerosos cambios. No solo los notaremos en las carreteras, sino que el mercado de trabajo va a sufrir algunas adaptaciones.

La industria del automóvil eléctrico atraviesa una serie de retos en su desarrollo. Uno de ellos lo comparte con la de los vehículos de combustión interna, pues ambos utilizan semiconductores. Ya sea para gestionar las corrientes eléctricas entre motor y batería o para en las propias llaves del coche, su escasez está suponiendo retrasos en los procesos de fabricación.

Además, los fabricantes se enfrentan a un reto sustancial: abaratar el coste de las baterías. Dada la relativa rareza de los materiales que se utilizan, como el litio, y el aumento de la demanda de dicha pieza, es imprescindible optimizar al máximo las cadenas de producción. También se están dando retrasos en el desarrollo de la infraestructura de recarga, algo que lastra el interés de los compradores en los coches eléctricos.

Sin embargo, y pese a los obstáculos, estamos en un momento de crecimiento. Por ejemplo, en España se matricularon más coches eléctricos que en Noruega durante los primeros seis meses del pasado año. Al mismo tiempo, la producción de vehículos eléctricos ha superado ligeramente a la de híbridos enchufables, una señal halagüeña que no debemos dejar pasar.

Otro aspecto relacionado con la movilidad eléctrica es la actividad laboral que puede generar. En países como España, la industria de automóvil tiene un  peso importante en la economía. Un cambio brusco en el sector podría conducir a la pérdida de numerosos puestos de trabajo y provocar una crisis grave. De hecho, se estima que, a corto plazo, se produzca una destrucción de empleo.

En los próximos años, podríamos asistir a una reconversión del sector, lo que implica la pérdida de puestos de empleo. Al fin y al cabo, algunos trabajos dejarán de ser necesarios para la construcción de coches eléctricos. Sin embargo, el problema no se convertirá en estructural, ya que se compensará con una mayor creación gracias a la cadena de valor asociada a los nuevos vehículos.

Construir un coche eléctrico implica la fabricación previa de numerosos componentes, por ejemplo. Es necesario producir baterías, cargadores, equipos eléctricos, instalaciones de recarga, conexiones a la red eléctrica y el mantenimiento de la propia infraestructura. Poco a poco, la cadena de valor se va adaptando a las nuevas circunstancias y necesidades, lo que exige una mano de obra diferente.

Más allá de la situación a corto plazo, el camino hacia 2030 estará marcado por el crecimiento de los puestos de empleo. La mayoría de ellos estarán relacionados con la instalación, operación y mantenimiento de las estalaciones de recarga. En concreto, serán un 39 % de los nuevos trabajos que irán surgiendo hasta la próxima década.

Junto con el mantenimiento, la fabricación de baterías, la construcción de instalaciones y la generación de electricidad son los otros sectores relacionados con la movilidad eléctrica que crecerán. No obstante, las obras civiles, las ventas de vehículos o el refuerzo de la red tendrán las menores cifras. Por tanto, la relación entre los vehículos eléctricos y el empleo es muy estrecha que logrará más de 200 000 nuevos puestos.

Además, para paliar las posibles pérdidas a corto plazo, los gobiernos están diseñando diferentes programas. Por ejemplo, en España se puso en marcha el Plan de Impulso a la Cadena de Valor de la Industria de la Automoción, el cual cuenta con un presupuesto de 3750 millones de euros. La mayor parte, el 72 %, se destinará a inversiones relacionadas con la cadena de valor.

La creación de empleo necesita ir aparejada a una oferta formativa adecuada. El objetivo es el de satisfacer no solo la demanda de nuevos trabajos, sino ofrecer una oportunidad de reciclaje al personal que pierda su puesto. Aunque su conocimiento esté relacionado con la industria de los vehículos de combustión, no deben encontrar obstáculos para dar el paso a los eléctricos.

Asimismo, en la actualidad existe un déficit de personal formado, al menos, en España. Para frenar este problema, la formación profesional (FP) es una mejor alternativa que la universitaria, ya que la primera se adapta con mayor facilidad a las necesidades del momento. También es la adecuada a la hora de proveer de perfiles técnicos a un mercado laboral, como es de los vehículos eléctricos y su cadena de valor, que se va a encontrar en plena fase de expansión.

La movilidad eléctrica cambiará por completo el parque de vehículos, al tiempo que generará nuevos puestos de empleo. Para poder llevar a cabo una transición gradual y satisfactoria, es necesaria la ayuda de expertos en el sector. En Gewiss contamos con una larga experiencia que ponemos a disposición del público. ¡Cuéntenos su proyecto!