Relamping del alumbrado público: beneficios y ahorros

La inestabilidad de los precios de la energía está acelerando los procesos de optimización de costes de las administraciones públicas. Para intentar contener los gastos, varios administradores locales ya anunciaron hace meses esfuerzos extraordinarios para contener los gastos, y el alumbrado público es un elemento en el que es sencillo intervenir. Los criterios que lo regulan no son homogéneos dentro del país, sino que a menudo dependen de realidades locales individuales.

La iluminación de una calle, de una plaza o de un lugar público está influenciada por varios factores: la iluminación urbana se diferencia de la iluminación extraurbana, no debe ser demasiado intensa cerca de zonas naturales, debe permitir una buena visibilidad incluso en condiciones climáticas particulares como como la niebla y deben en todo caso garantizar la máxima seguridad tanto para conductores como para peatones.

Independientemente de estos y otros elementos, la sustitución de luminarias ofrece ventajas inmediatas, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista de la calidad de la iluminación.

Relamping se refiere a la sustitución de las luminarias tradicionales por otras LED de mayor eficiencia energética. En el caso del alumbrado público, las luminarias a sustituir suelen ser de vapor de mercurio de alta presión y de vapor de sodio de alta y baja presión. En la mayoría de los casos se trata de una intervención bastante sencilla en la que basta con sustituir la lámpara, pero si se opta por renovar todo el sistema de iluminación las ventajas se multiplican.

Evidentemente el alumbrado público, y especialmente el alumbrado público, no pueden obedecer únicamente a decisiones económicas. Un correcto alumbrado público debe garantizar la máxima calidad visual, seguridad y eficiencia energética. De hecho, el objetivo del alumbrado público es permitir a los ciudadanos circular con total seguridad, con excelentes condiciones de visibilidad y en cualquier condición meteorológica.

Cada tipo de lámpara se diferencia de las demás en que tiene su propia eficiencia luminosa, es decir, produce una cantidad diferente de luz para la misma cantidad de electricidad consumida.

Con el alumbrado público LED es posible ahorrar hasta un 80% respecto al tradicional. Con este tipo de iluminación también se reducen los costes de mantenimiento y se pueden crear escenarios de iluminación personalizados según las necesidades.

Los sistemas de iluminación que utilizan fuentes LED se pueden controlar con gran precisión: gracias a la mínima producción de calor y a sus dimensiones compactas, es posible utilizar lentes que dirigen el haz de luz con gran precisión, sólo donde sea necesario.

Además, las fuentes LED no necesitan tiempo de calentamiento: gracias a sensores especiales de movimiento y crepusculares, es posible activarlas sólo donde y cuando sea necesario. Esto es especialmente útil en vías extraurbanas: el sistema es capaz de autorregularse en función del posible paso de vehículos o peatones por la vía. Con la tecnología LED, la percepción visual del conductor no se ve comprometida en modo alguno y al mismo tiempo se garantiza el máximo confort visual para los peatones.

El relamping no es el único elemento que permite evolucionar la iluminación: de los clásicos postes de luz, las farolas están evolucionando hacia sistemas tecnológicos capaces de prestar servicios. La introducción de farolas multifuncionales, capaces de aprovechar sensores y plataformas digitales para el seguimiento remoto permite explotarlas, por ejemplo, como puntos de carga para la movilidad eléctrica; como sistemas de videovigilancia para la seguridad de los ciudadanos, dispositivos para la creación de redes Wi-Fi públicas o sistemas de control del tráfico y transporte público.

Relamping es un proyecto que ya lleva un tiempo en marcha, pero que aún no se ha llevado a cabo a nivel de ecosistema. Se estima, por ejemplo, que en Italia hay una farola para el alumbrado público por cada seis habitantes: traducido, esto significa casi 10 millones de farolas distribuidas en los 8.100 municipios italianos. Teniendo en cuenta estas cifras, el potencial de ahorro es enorme tanto para las administraciones locales individuales como para el país en su conjunto.