La iluminación es fundamental para garantizar el bienestar y la seguridad de las personas en cualquier entornoo: doméstico, laboral, urbano. En los últimos años el mundo de la iluminación ha pasado por algunas revoluciones, como el uso masivo de los led, la transición hacia la electrónica, la posibilidad de gestionar la luz y la creación de iluminación personalizada modificable y, finalmente, la llegada del Internet de las Cosas (IoT). También ha habido nuevas necesidades que satisfacer, como la reducción del consumo energético y la versatilidad.

La respuesta a estas necesidades se llama iluminación inteligente, que combina las dos primeras necesidades relacionadas con la persona (bienestar y seguridad) con las relacionadas con la eficiencia y el ahorro energético. ¿Pero como hacerlo? Dotar de inteligencia a los aparatos de iluminación y dotarlos de la capacidad de comunicarse, intercambiar señales y datos con otros dispositivos y objetos.

Y es precisamente el Internet de las Cosas el que está cambiando la forma en que interactuamos con el entorno, las personas, la información, y el que se está introduciendo en nuestras vidas. Hogar inteligente, edificio inteligente, ciudad inteligente: el atributo "inteligente", que puede traducirse como inteligente pero que en realidad tiene un significado más profundo, califica varios aspectos de la vida diaria. Y evidentemente la iluminación también puede beneficiarse de ello, trayendo innumerables ventajas.

El Internet de las Cosas (IoT) transforma los productos y el concepto mismo de producto, ya que agrega funcionalidades que van más allá del propósito principal del objeto.

Por ejemplo, los dispositivos de iluminación: creados para llevar luz donde se necesita, al adoptar la transformación digital se convierten en plataformas en las que se pueden integrar más componentes electrónicos capaces de crear una red para la transmisión de datos tanto en el interior de los edificios y hogares como a nivel urbano. No sólo eso: también es posible concebir entornos más productivos y sostenibles, conociendo con precisión el estado de cada dispositivo y gestionando así su mantenimiento a través de diagnósticos periódicos.

La iluminación inteligente evoluciona la iluminación de calles, calles y plazas y la hace más eficiente. Gracias a la interconexión de todos los dispositivos es posible gestionar eficazmente tanto toda la línea de luminarias como cada punto de luz individual, regular el flujo luminoso, programar el encendido y apagado, pero también controlar el rendimiento, la evolución del consumo y el estado de cada dispositivo. Con sensores instalados en las luminarias es posible detectar la cantidad de luz en un lugar concreto y, mediante procesamiento de datos en tiempo real, ajustar la cantidad de luz emitida en los espacios públicos.

Pero además las luminarias pueden convertirse en verdaderos nodos de una red más amplia gracias al uso de sensores y dispositivos capaces de recopilar información como la temperatura, la humedad y la calidad del aire. Si están adecuadamente equipados, pueden adquirir imágenes y reconocer detalles (pensemos, por ejemplo, en la vigilancia del tráfico), intercambiar esta información con sistemas de videovigilancia, activar respuestas específicas o enviar una alerta al personal pertinente.

Impulsar una nueva forma de concebir y vivir las ciudades, combinando iluminación, seguridad, mejora arquitectónica y confort, desde una perspectiva de ahorro energético, es, por tanto, factible con la iluminación inteligente.

El alumbrado público es una partida importante en las facturas energéticas de los municipios. La adopción de sistemas de iluminación inteligentes, diseñados e instalados correctamente, puede asegurar importantes ahorros económicos en costes de gestión, además de contribuir a la creación de condiciones óptimas, con un control más preciso de la luz emitida, para el disfrute de los espacios y vías urbanas y para la seguridad de los ciudadanos.

Además, las luminarias pueden cumplir una serie de funciones útiles en el contexto de las ciudades inteligentes: se transforman en una red de suministro de servicios para quienes administran las ciudades y para las personas que viven en ellas, transformándose en puntos de recarga, tótems de información o acceso a Internet. puntos vía Wi-Fi.